Freud absorbe el fantasma de fustigación « se pega a un niño » como si formara parte de la dinámica psíquica de todo individuo. Ello se manifiesta a finales del periodo infantil y resulta de las transformaciones psíquicas que se atraviesan en tres etapas. Una re-escritura de este fantasma, emerge a la hora de la adolescencia. Pegar al padre es considerado como una actualización en el acto de ese fantasma presente en todo adolescente : « Yo pego a mi padre ». Comprendemos que las etapas emergen de manera simultanea, mezclándose entre ellas, y ello impulsado por la emergencia de lo pubertario. Cada etapa viene a delimitar un movimiento diferente de elaboración de la separación de las figuras edipicas. La re-emergencia de dicho fantasma a la adolescencia hace desbordar el sistema de reflexión; dejando coexistir los fuertes deseos edípicos al mismo tiempo tomando represalias hacia el otro por no haberlo retenido.
La teoría del conflicto estético propuesta por Donald Meltzer desde 1984 contribuyó a renovar la comprensión de ciertos aspectos del desarrollo psíquico durante la infancia temprana, así como durante la adolescencia. Gracias a dicha teoría, la fuente metapsicológica de la epistemofilia resulta más clara, y ha sido posible comprender mejor la violencia destructora que se ejerce en contra de la belleza misma o en contra del objeto estético seductor. El autor propone aquí una interpretación dinámica de la teoría de D. Meltzer, que lo lleva a describir lo que llama « angustias de precipitación » y « angustias de arrebato ». Ilustra lo anterior con un ejemplo de angustia de arrebato proveniente de la psicoterapia de una preadolescente.
La violenca conlleva una dimensión mortífera. Niega la subjetividad de quien la sufre, pero también refleja especularmente una amenaza sobre la subjetividad de quien la ejerce. Así, puede ser vista como una reacción primaria de defensa por parte de una identidad amenazada. Tanto la experiencia de la vida institucional en el ámbito psiquiátrico como las psicoterapias de los sujetos que padecen trastornos del comportamıento constıtuyen un terreno privilegiado de observación.
La adolescencia es una etapa de la vida propicia a las expresiones de la violenca, dada la naturaleza de los cambios psíquicos impuestos por la pubertad. La relacíon terapeútica debe tomar en cuenta dichas particularidades del funcionamiento psíquico de los pacientes violentos.
El espacio terapeútico puede ser visto como una figuración del espacio psíquico interno de dichos pacientes, y su reorganización como un medio para tornar tolerables las relaciones que les son tan necesarias. Las mediaciones y la concretización de una función tercera ocupan un sitio esencial en dicha reorganización.
Los autores proponen una reflexión relativa a la violencia en acto – en incremento entre la población adolescente –, interrogándose además en torno a la comprensión analítica de los movimientos destructores, tanto heteroagresivos como autoagresivos. Tras abordar brevemente diferentes posturas teóricas relativas a la pulsión de muerte, el desenlace pulsional o el intento por salvaguardar un sentimiento de identidad durante la irrupción de la violencia, presentan dos viñetas clínicas. La reflexión en torno a dichas viñetas apunta a vincular aspectos intrapsíquicos y familiares a la obra cuando los sujetos en cuestión pasan violentamente al acto, en relación con la problemática adolescente. Se alude finalmente a las momentáneas trabas identificatorias así como a la interdependencia entre la violencia dirigida contra sí mismo y la violencia dirigida hacia terceros.
Más que un período de la vida, la adolescencia es el continente de toda una serie de procesos inscritos en el niño desde su nacimiento. Dichos procesos sólo alcanzarán su pleno desarrollo en función de una respuesta adecuada de los objetos. La violencia de ser cobrará entonces la forma de un proyecto de vida, expresión del superyó que marca así el fin de la adolescencia. Sin embargo, no es tal el destino de los sujetos autores de agresiones sexuales. La violencia no integrada los conduce a dejar que se disuelva el Yo en el juego de los procesos. La agresión al otro se convierte entonces en una defensa contra una intrusión alucinatoria.
Cada adolescente, de cada generación, se halla violentamente atrapado en un contexto social, involucrado en una problemática de transmisión y de filiación, de duda y de herencia. Solos o en grupo, los adolescentes son actores y testigos ; introducen sus objetos, discursos y conductas en los lugares por donde pasan. La adolescencia es pues una categoría inestable, sin un sitio verdadero, capaz de apropiarse el nexo social o de melancolizarlo. La escena adolescente, vulnerable, interpela a las instituciones y exige el acondicionamiento de un espacio potencial que autorice la transformación de los registros de lo psíquico y de lo social implicados en la transición. Dicha escena constituye un punto nodal donde se condensan retos individuales y colectivos, donde se precipitan y cristalizan las violencias ; se presenta así como una violenta dramaturgia ubicada entre lo psíquico y lo social.
Telémaco es el arquetipo mismo de una adolescencia lograda y de la entrada a la edad adulta. Cada cual a su manera, Fenelón y Aragón deconstruyen ese modelo, dejando entrever cierta violencia pulsional que el funcionamiento mental aprovecha al tiempo que intenta con mayor o menor éxito domeñarla. Se revela así la riqueza y la profundidad de dicha figura mítica.
A partir del caso de una adolescente prácticamente imposible de » colocar » en un centro de atención médica de emergencia, el autor desarrolla una lectura de los trastornos narcisistas primarios basados en un trastorno de la construcción por el sujeto de la imagen psíquica materna. Dentro de esta relación, el cuerpo propio y el cuerpo del otro cumplen entonces una función de » continentes « , suscitando ante los tabúes una respuesta en acto, no en el lenguaje. El tratamiento de este tipo de adolescentes requiere reconstruir, mediante la transferencia, una imagen materna interiorizada y, por ende, hacer del cuerpo arcaico un cuerpo inscrito en el lenguaje y en los significantes.
La lectura de las tragedias de Sófocles relativas a la dinastía labdacita – » Edipo rey « , » Edipo en Colona « , » Antígona » – brinda ejemplos de la compulsión repetitiva a la obra cuando se pasaal acto en forma violenta y sucesiva, a raíz de la violencia psíquica traumática transgeneracional. Dado el movimiento de subjetivación propio a la adolescencia, la herencia del trauma psíquico puede involucrar al sujeto en una identificación heroica semejante a la de Antígona : por fundada que sea, sólo podrá alimentarla repetición de la violencia
Las nuevas misiones de la armada francesa (mantenimiento de la paz, interposición), particularmente dificiles psicológicamente ; han mostrado que los soldados más jóvenes, asi como aquellos que tenían una larga carrera detrás de sí, tienen una capacidad impresionante para dominar su violencia. La situación que han tenido que afrontar en Bosnia entre 1992 y 1995 reune todas las condiciones necesarias para conducirlos a desbordamientos pulsionales incontrolables.
Se puede concluir que los jóvenes que se enrolan en el ejercito al final de una adolescencia muchas veces difícil, están a la búsqueda de disciplina, de un orden y de un ideal que les permitirá acceder a una relación pacífica con los otros. En lo que respecta al lugar y al periodo, estos jóvenes, muchas veces han pagado caro este aprendizaje puesto que se ha llegado a una ausencia de la reconciliación esperada con la humanidad.
Revue semestrielle de psychanalyse, psychopathologie et sciences humaines, indexée AERES au listing PsycINFO publiée avec le concours du Centre National du Livre et de l’Université de Paris Diderot Paris 7