Por una parte las instituciones de adolescentes, reciben todo tipo de solicitaciones, de otra parte, la extensión de la delincuencia tiene como efecto la socialización del crimen. En consecuencia, el terapeuta puede ocuparse de situaciones que se encuentran y cohabitan tanto en lo penal, como en lo social y en lo clínico. Así fue el caso de un joven criminal que recibimos. De parte la complejidad de la practica clínica, el terapeuta debiendo poder responder de una eventual recidiva, aquí se da cuenta de la opción clínica tomada, la cual privilegia el fantasma mas que la pulsión. Es la manera que nos parece lo más honesta para asumir nuestra responsabilidad social.
El encierro de menores es la forma más severa de castigo y para los menores la forma más degradante en términos de salud mental, de desarrollo y de reiteración. ¿La medidas tomadas en los establecimientos penitenciarios para menores pueden reducir les efectos de afiliación y estigmatización de un encarcelamiento?, ¿los centros educativos cerrados tal como son construidos ofrecen perspectivas favorables para una tarea pedagógica?, ¿Es que ello puede concebirse sin tener en cuenta la dimensión psíquica del acto antisocial? Aquí examinamos estas interrogaciones dentro de ese contexto tomando en cuenta los exámenes de las supuestas etiologías de la delincuencia.
Adolescence, 2013, 30, 4, 783-796.
Revue semestrielle de psychanalyse, psychopathologie et sciences humaines, indexée AERES au listing PsycINFO publiée avec le concours du Centre National du Livre et de l’Université de Paris Diderot Paris 7